Un amigo me comentaba hoy una iniciativa que han tomado en el ayuntamiento de su pueblo para ayudar a las familias que han entrado ya en la fase de pérdida de toda protección social por parte del estado. En resumen, que se han quedado sin trabajo todos los miembros de la familia y su prestación por desempleo se ha agotado. Desde luego es una obligación moral dar solución a estas situaciones y ayudarles en los próximos meses a superar estos problemas y a recuperar el ánimo que les permita tomar iniciativas que eviten su exclusión social.
La idea no es otra que crear, aprovechando el superávit que este ayuntamiento tiene de los años anteriores, una bolsa de empleo dirigida a ellos. Darles trabajo. Invertir una parte de ese superávit en los ciudadanos que en el fondo, son los propietarios finales del mismo.Aunque no los únicos.
Claro, los empleos que se generarán son de gasto, tareas que no crearan riqueza. Pequeñas reparaciones que de otro modo quedarían pendientes durante años, mayor limpieza en la población, cosas de este estilo.
No es una mala idea, creo yo, siempre y cuando no ocupen espacios de actividad que correspondan a empresas privadas que vean disminuida su actividad como consecuencia de este plan. Una pieza más del puzle que están intentando componer las administraciones públicas para mover de nuevo la rueda del consumo.
Una idea que se me ocurre es transformar parte de este gasto en inversión. Inversión en formación. Me explico. La mayor parte de las personas que se encuentran en esta delicada situación, tienen una formación insuficiente para incorporarse de nuevo al mercado laborar desarrollando tareas de mayor valor añadido. Demosles pues formación. Incluyamos en las tareas por las que se les va a pagar un salario formación. En lugar de estar 8 horas al día limpiando o reparando calles, que parte de esas horas las dediquen a aprender nuevas habilidades.
Cada uno a su medida. El punto de partida de cada uno es muy dispar. Pero intentémoslo, enseñemosles nuevas actividades -la mayoría vienen del sector de la construcción, un sector que difícilmente podrá absolverlos de nuevo- que en un futuro les abran nuevas oportunidades.
Se me ocurren muchos inconvenientes para llevar esta idea a cabo, pero seguro que existen soluciones para ello. Solo hay que trabajarla un poco más. La base para su desarrollo desde luego es la solidaridad del resto de los ciudadanos que, por suerte no estamos en esa situación, para aceptar este tipo de iniciativas y una actitud adecuada por parte de los implicados en las mismas para aprovechar el esfuerzo de sus conciudadanos.
Es necesaria una acitud similar a la que se esgrimió en los pactos de La Moncloa, tan nombrados hoy en día, pero entre ciudadanos en lugar de entre fuerzas políticas, ya que éstas, no están por la labor, o al menos, eso parece.Es solo una idea.
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